Testimonio de Fr. Sebastião Robledo
Hoy es jueves 11 de mayo, fiesta de nuestro BEATO ESQUIÚ!! Estoy en la ciudad de Itaituba, pronto a participar del segundo encuentro del clero con el obispo. Los encuentros del clero son bastantes particulares aquí por el hecho de que son 16 curas distribuidos en seis parroquias, tres áreas pastorales, y una misión indígena (donde vivo). Dichas comunidades se encuentran en un territorio de 175.365 km2. Dadas las grandes distancias, todos debemos viajar con tiempo para encontrarnos durante una semana en una de las comunidades parroquiales de la prelazia.
Llegamos a la misión San Francisco en el río Cururu el domingo 26 de febrero. Comenzamos a caminar junto con Frei Amauri y Frei Bruno tiempos muy intensos, ya que hacía tiempo que los frailes habían dejado la presencia permanente. Fue así que los Munduruku comenzaron a pedir nuestras visitas en las distintas aldeas para compartir la vida y celebrar la fe con ellos. En toda la Mundurukania hay aproximadamente 145 aldeas.
45 aldeas
Junto con los frailes carmelitas que viven en la ciudad de Jacareacanga (último punto urbano antes de ingresar en territorio indígena) tratamos de organizar las visitas dividiendo la mundurukania en dos partes, correspondiéndonos un poco más de 45 aldeas a los frailes franciscanos. Para que tengas una idea, en los dos años pasados que viví aquí conseguí visitar unas 23.
Las visitas implican una importante logística, que comprende disponer de un piloto indígena que sepa pilotear motor de popa y que conozca bien los ríos, nafta suficiente, tiempo, salud y buenas condiciones climáticas. En este breve tiempo pude ya visitar 11 aldeas reencontrándome con muchos indígenas de aquella época y conociendo muchos nuevos. Nuestra casa se encuentra en una de las aldeas que se llama Misión San Francisco. (Ver ubicación https://goo.gl/maps/BJrGHjrmzsTGyda28)
Esí es la misión
De hecho es una aldea fundada por frailes alemanes (los primeros misioneros aquí) hace 100 años. Una casa reformada por los frailes norteamericanos hace más de 50 años y muy bien acondicionada. Puedo decir que para este rincón del planeta es un lugar de mucha comodidad, a pesar de que pasamos muchas incomodidades diariamente. El hecho de tener una casa así nos ayuda para la vida itinerante que tenemos a raíz de las visitas. Pasamos cerca de dos semanas alternadas con el tiempo de recuperar fuerzas y dedicándonos a todo lo que el cotidiano exige en la misión: desde cocinar, limpiar, hasta resolver cuestiones de plomería, electricidad, carpintería, etc. Sin embargo lo más intenso es el compartir cada día con los indígenas que llegan a nuestra casa pidiendo consejo sobre asuntos comunitarios, sociales, políticos….
Formacióm simple y clara
Durante las visitas en las aldeas vamos tratando de crecer en primer lugar en la formación religiosa para los catequistas y ministros de la Palabra. Este asunto tal vez sea uno de los más exigentes, ya que el contenido de dicha formación debe ser simple y claro, y a la vez que ellos puedan traducir y transmitir. En mi caso disfruto más de compartir un partido de fútbol, una salida de pesca, un sentarme en la noche con la pipa a conversar con las familias, y aprender, aprender mucho… Si bien hay mucho por hacer hacia adelante, tratamos de caminar con esperanza cada día, y procurando dar respuestas a lo que el Dios de las sorpresas va colocando en el camino.
Regreso
Después del encuentro del clero, iré a la ciudad de Santarém donde se encuentra la curia custodial para encontrarme con el Custodio y seguir haciendo algunas compras. Estaré regresando a la misión el 29 de mayo si el clima acompaña.
Sigan rezando por este proyecto misionero y esperamos a quienes tengan ganas de pasar unos días compartiendo la vida del Pueblo indígena Munduruku aquí en la Amazônia brasilera.
Un abrazo fuerte para todos!!