Cintia Toledo, Coordinadora Pastoral CEFs San Buenaventura, Córdoba.
El pasado viernes 14 y sábado 15 junio, compartimos junto a la comunidad franciscana (integrantes de los Centros Educativos Franciscanos, Agentes pastorales de los conventos, voluntarios de Proyectos Buen Samaritano, Parroquias, jóvenes, frailes, entre otros) un encuentro formativo en torno a la conmemoración de los 800 años de la impresión de las llagas de San Francisco en el monte Alverna. En el itinerario Fray Joaquín Gersichi ofmcap nos acompañó a contemplar desde su palabra y testimonio a un Francisco distinto, particular, personal y en etapa de crisis. Si hay algo que caracteriza a los hermanos franciscanos es su sensibilidad para con nuestra parte más humana, el poder mostrarnos un Francisco que toca el corazón de innumerables formas, haciéndonos parte de un llamado que nos excede, que va más allá de nuestras dudas e incertidumbres.
El compartir el trayecto formativo nos posibilita hacer camino y experiencia, acompañar a Francisco en sus momentos de mayor humanidad, instantes de su vida en donde lo más humano le posibilita vivir la gracia de Dios. Abrazar aun lo que más nos cuesta, en donde, aun siendo hondos y pecadores, somos rescatados por la misericordia de Dios para llevarnos a trascender. Encontramos un Francisco humano, cercano, en búsqueda de la voz de Dios, dispuesto a mirarse y a mirar a sus hermanos con el fin de hacer la voluntad del Padre, fuente de gracia para todo proyecto de vida.
Somos compañeros de camino, al compartir el camino compartimos la vida y al compartir la vida nos encontramos con nuestras heridas. Las heridas son parte de nuestra historia, de lo que somos y de lo que seguiremos construyendo en adelante. A la luz de la experiencia de Francisco podemos encontrarnos desde nuestra fragilidad, desde lo más profundo de nuestra existencia que nos invita a mirar esas heridas, a reconocerlas aun cuando esto significa volver a pasar por el corazón, volver a vivirlas, a sentirlas.
Francisco nos regala la esperanza de la fraternidad, nos posibilita salir desde nuestras heridas al encuentro de un otro que tiene su propia historia, sus propias heridas con la complejidad existencial que esto significa. A veces nuestras heridas sangran cuando las podemos compartir, tal vez sigan sangrando, pero encontrar la esperanza en los hermanos, en los compañeros de camino, en la fraternidad de Francisco es lo que hoy nos salva.
Salir al encuentro del otro, encontrar en la fraternidad de Francisco compañeros de camino, hermanos dispuestos a abrazar lo oscuro de la vida que tiene un lugar y un sentido en nuestra existencia, reconocernos en la fragilidad de lo que somos y seguir caminando.
La invitación será contemplarnos en nuestros apostolados y servicios para posibilitar a los hermanos un espacio de encuentro, de compartir y estar con sus realidades. Compartir un espacio con otros desde nuestros gestos y actitudes para hacer experiencia real de una irradiación testimonial que anime la vida de los demás desde la cercanía del Evangelio.
Este año conmemoramos los 800 años de las llagas de Francisco en Alverna, una experiencia que lo llevó a subir a lo más alto de Alverna desde lo más oscuro de su intimidad, que una vez estando arriba decide bajar a las profundidades del monte y en el interior del mismo encuentra su experiencia trascendente. Tal vez la tarea para nosotros sea esa, abrazar lo oscuro de nuestras vidas, comenzar el camino de reconocimiento de nuestras propias fragilidades y cuando estemos allí cara a cara con nuestras heridas animarnos a entrar en lo más profundo de nuestra intimidad para poder hacer una experiencia de interioridad. Una experiencia de interioridad que nos abrace y anime a encontrar un Dios que pueda ser luz para los demás, a través de nuestras heridas.
Secretaría de Educación y Secretaría de Evangelización y Misión.