“Sacar lo nuevo y lo viejo del tesoro de nuestra casa”

“Il Sacristano del Papa” dejó un lugar memorable en el Convento Franciscano de Buenos Aires

Relato de un amigo.  

Para quienes hemos vivido, trabajado o pasado alguna vez por el Convento Franciscano de Buenos Aires, hemos tenido la dicha de encontrarnos o ser recibido por Mario que ya era parte del patrimonio de esta casa.

Mario Roberto Vázquez nació el 25 de mayo de 1932 en Córdoba, y de muy chico vino junto a sus padres y 7 hermanos a establecerse a Buenos Aires.

Teniendo 17 años comenzó a trabajar en la empresa “Franco Argentina” que está frente al Cabildo de Buenos Aires y Plaza de Mayo.

Comenzó a asistir a la Parroquia de San Ignacio pero era tanta la gente en esta comunidad,  que una vez una persona le dijo: “andá a San Francisco que es más tranquilo” y allí descubrió esa paz que lo enamoró y nunca más dejó de venir al Convento.

Su primer contacto fue con quien era el Sacristán, Hugo Di Santo, quien lo invitaba a leer las lecturas y enseñó todo lo que aprendió sobre la Liturgia.

No solamente asistía siempre a la misa vespertina, sino que cuando al mediodía se tomaba el descanso para almorzar, si no comía con sus compañeros venía a rezar y meditar junto a su amado negro San Benito de Palermo y el Sagrado Corazón de Jesús.

Luego de la muerte de Hugo reemplazaba al Sacristán cuando no podía venir y tomó tan en serio las palabras de Nuestro Seráfico Padre con respecto a las cosas de la Liturgia, todo aquello que contuviera su sagrada esencia y Santísimo Nombre que se encargaba personalmente de lavar los manteles, purificadores y remendar las vestimentas litúrgicas de los sacerdotes.

Si bien conocía a todos los hermanos con los que consideraba que era su familia, estableció un vínculo muy fuerte como de padre a hijo con el Hermano Ángel Andino, a quien cuidó hasta su muerte falleciendo en sus brazos.

Desde hace dos décadas venía todas las tardes a las 3 de la tarde a tomar unos mates con Marito Garcete (quien vendía miel en la puerta de la Basílica) con él forjó una entrañable relación de amistad y hermandad.

Luego de los mates abría la Basílica, la cuidaba, rezaba el rosario, guiaba las novenas y luego de acolitar en la misa cerraba la Basílica y convento.

Se levantaba a las 4 de la mañana para ir  al mercado de las flores para conseguir mejores precios y armaba los bellos ramos de flores para cada una de las fiestas litúrgicas.

Era consejero de los que asistían a la Iglesia con humildad y sabiduría.

Su sueño desde joven siempre fue poder viajar a Asís y Roma. Para ello había Ahorrado desde su Juventud pero en su trabajo le hicieron una mala pasada y se los robaron TODO. Nunca perdió la ilusión de poder visitar estos lugares sagrados.

Fue así que una vez una feligresa y gran amiga de él le preguntó si no había viajado a estos lugares y al contarle lo que le había pasado de joven lo incentivó y así fue que con sus ahorros y la ayuda de sus buenos amigos a los 80 años cumplió su sueño, pero no una sino tres veces.

Anduvo por: Asís, Roma, Francia y Tierra Santa.

Siempre contaba que en Francia no tuvo problemas en hablar ya que dominaba el Frances pues era amante de las Óperas. Cuando fue la primera vez a Italia, fue a agradecer a una familia por regalarle unos días en Asís. Después de unos largos intercambiando vivencias de él y su familia, los dueños de casa lo invitaron a quedarse a cenar ya que ellos querían que siguiera contado su vida. Mario aceptó la invitación, pero les preguntó por qué toda esta generosidad para con él. El dueño le respondió “Es que usted Mario trasmite mucha paz…además nuestros perros que no se acercaban a nadie con usted se durmieron es sus pies ya nos dice la clase de persona es”.

Muchos lo conocían como “Il Sacristano del Papa” ya que estando en Asís fue a parar a un convento en el que lo hospedaron. Un fraile le preguntó de donde era, y al compartirle que era de Buenos Aires le consultó si había conocido al Papa. Él le contó de las repetidas veces que el Cardenal Bergoglio había ido a comprar miel y se lo había cruzado, pero que cuando la Provincia Franciscana de la Asunción había cumplido 400 años, el Cardenal había ido a presidir la misa de acción de gracias a la Basílica de San Francisco y él le había acolitado.

En el momento de la sobremesa, dicho fraile pidió silencio y al presentarlo dijo que hoy recibían a un huésped especial…¡Il Sacristano del Papá Francesco! A lo que toda la comunidad se puso de pie para aplaudirlo y vitorearlo.

Con sus compañeros y amigos del convento siempre se adelantaba a los acontecimientos de cumpleaños o fiestas y nos cocinaba empanadas árabes, arrollados, Vitel Toné, Pizza casera y tantas cosas ricas que luego compartíamos cerrando el convento al mediodía.

Luego de un largo pero paciente proceso de enfermedad descansó en Dios el pasado 2 de julio.

Por reconocimiento a su vida entregada a los Hermanos de la Provincia de la Asunción, quienes lo han conocido, sus restos descansan en la Cripta de la Basílica de San Francisco junto a sus padres y su querido Hermano Andino.

Descansa en paz Marito querido. Tus amigos, los claustros y hermanos del convento te vamos a extrañar. ¡Gracias por tanto!